Un manual de género para leer el periodismo cubano (a partir de ahora)

New IWPR manual aims to debunk prejudices and inspire fresh approaches.

Un manual de género para leer el periodismo cubano (a partir de ahora)

New IWPR manual aims to debunk prejudices and inspire fresh approaches.

A finales del siglo pasado, cuando surgió la prensa independiente digital cubana como respuesta al monopolio informativo que ha intentado mantener el Estado cubano por 60 años, casi nadie en Cuba asumió que el periodismo, la forma en que se escribe, se organizan y se divulgan los textos periodísticos, estaba transido por prejuicios, estereotipos y roles de género que afectan a mujeres y a hombres (pero mucho más a las mujeres).

No solo eso: nadie pensaba que la prensa fuera una de las herramientas más eficaces en la transmisión de modos de ser y estar como hombres y mujeres (todavía, hasta aquí, en términos binarios). El periodismo, como todas las otras instituciones sociales ―el arte, la religión, el estado, la historia, la educación― ha ayudado a divulgar los ideales tradicionales de masculinidad y feminidad.  

En medio de un contexto nacional que cercenaba ―que cercena hasta hoy― las libertades de prensa y opinión, incluso la libertad de pensamiento y creación, casi siempre ha bastado con publicar las noticias que el Gobierno disimulaba bajo la alfombra de sus medios oficiales.

Sin embargo, ahora los medios alternativos que surgieron en Cuba después de la crisis económica de los años 90 del pasado siglo son conscientes de que no basta con publicar las noticias escatimadas por el poder político cubano, sino que hay que localizarlas, tratarlas y finalmente publicarlas de acuerdo a estándares de calidad y rigor universales: la veracidad, el contraste de fuentes, la transparencia, la verificación de datos, el respeto a los derechos humanos y la ética periodística, entre otros.

Pero hoy día ninguno de esos valores resulta suficiente si no se escribe desde una perspectiva de respeto exclusivo a los protagonistas y lectores de las noticias. Ningún texto periodístico que discrimine en razón de género, identidad de género, color de la piel, orientación sexual, discapacidad, lugar de origen o estatus económico, entre otras causas, será bueno, aunque siga un estilo literario impecable, aunque resulte un ejemplo sacrosanto de buen uso de la gramática y la sintaxis, o aunque sea una obra excelsa por el perfil psicológico con que dotó a los entrevistados.

Tres olas feministas, la teoría queer y el movimiento #MeToo también han atravesado el periodismo y lo han obligado a desplazarse hacia puertos de respeto a la inclusión. En Cuba también.

En estas tierras, la perspectiva de género ni siquiera diferencia entre el periodismo hecho en medios oficiales, rasante con la propaganda a favor del Partido único, y los medios independientes, que han sido capaces de extender, contra viento y marea, los límites formales y los temas de la prensa producida sobre/desde Cuba.

Puede haber perspectiva de género en cualquiera de los dos lados. Y en ninguno.

Desde la oficialidad, la periodista y profesora cubana Isabel Moya Richard trató de dotar a los medios de manuales de género que, aunque apuntaban a malas prácticas foráneas antes que a las nacionales, cumplieron (deberían cumplir todavía) el fin que se propuso su autora: mostrar a los periodistas cuando los textos reproducen el status quo patriarcal, discriminan o soslayan a las mujeres, a las personas discapacitadas y a los que no siguen las pautas heteronormativas, entre otros grupos.  

Sin embargo, los claustros que imparten periodismo en varias universidades cubanas se han negado a incluir la asignatura de “Género y Comunicación” en los planes de estudio de la carrera. A no ser la Universidad de La Habana, ningún otro centro de altos estudios de Cuba donde existe la carrera de Periodismo ha ofrecido la materia a sus estudiantes. 

El rechazo a los temas de género, sin embargo, no es exclusivo de algunos sectores institucionales y oficiales cubanos. Durante un par de años en los que he participado en talleres sobre género y periodismo al lado de reporteros independientes de diferentes regiones de Cuba, de distintos rangos de edad, he descubierto que se resisten a desprenderse de prejuicios y estereotipos generalmente sutiles pero arraigados en la conciencia como hechos biológicos.

Renunciar a lo aprendido, y aceptar nuevas formas de tratar las noticias, escribirlas, producirlas y presentarlas, muchas veces no parece aceptable.

Justo ahora, este nuevo manual editado por el Instituto para el Reporte durante la Guerra y la Paz (IWPR, por sus siglas en inglés), a diferencia de sus pocos antecesores, expande su rango a la diversidad de medios alternativos que han surgido en la última década en Cuba y a los que existían antes.

Sin dudas, esta obra rebasa los reduccionismos, que han promovido sobre todos los grupos opuestos a la supuesta “ideología de género”, el debate siempre superfluo sobre el desdoble de género gramatical (las y los), y ofrece nuevas formas para escribir sobre diversidad sexual, feminicidio, capacidad funcional, racismo, misoginia, sexismo o discriminación.

No ha de ser, porque no puede, un manual exhaustivo: solo los periodistas, frente a un mar de situaciones posibles, podrán notar y evitar el sexismo, la homofobia o el machismo que a veces intenta colarse, a toda costa, en las notas periodísticas. El provecho de esta obra siempre depende de su lectura, de las discusiones y desacuerdos que genere, de los prejuicios que desarme y de los textos que, sin querer, provoque.


 El Manual de Periodismo Incluyente con Perspectiva de Género - PDF

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