La autoagresión es común en las prisiones cubanas

Los presos recurren a métodos extremos que pueden dejarlos con una discapacidad.

La autoagresión es común en las prisiones cubanas

Los presos recurren a métodos extremos que pueden dejarlos con una discapacidad.

The Ariza prison in Cienfuegos. (Photo: Alejandro Tur Valladares)
The Ariza prison in Cienfuegos. (Photo: Alejandro Tur Valladares)

Los reclusos del sistema penitenciario cubano se hieren con frecuencia, a menudo causando daño físico permanente, informó la agencia independiente Jagua Press.

Jagua Press ha recopilado evidencia de prisioneros y familiares en la provincia de Cienfuegos, muchos de los cuales señalan que la autoagresión es un fenómeno común.

Algunos casos son verdaderos intentos de suicidio. Para otros, es la esperanza de obtener su libertad por una incapacidad física, mientras que otros quieren llamar la atención sobre su caso y obtener una revisión.

Los métodos usualmente son extremos. Incluye la mutilación de los dedos, manos y ojos; quemaduras, laceraciones o cortes de la piel; tragar objetos punzocortantes; zurcido de labios y pincharse con agujas que contienen sangre con VIH.

Un prisionero reveló a Jagua Press cómo un un recluso se sacó los ojos, acto que solo sirvió para que le dieran una licencia temporal. Tras un breve tiempo en libertad, regresó a prisión.

Una de las técnicas más dolorosas es inyectarse petróleo en un brazo o pierna, lo que comúnmente lleva a una amputación.

Nicolás García Almenteros, condenado a 30 años de cárcel por el delito de robo con fuerza, evasión y desacato, fue llevado al quirófano para amputarle una mano luego de haberse inyectado petróleo. Tiempo después, volvió a hacerlo. Como resultado, perdió la otra mano.

Las condiciones del sistema penitenciario de Cuba son pobres. Los reclusos son sometidos a palizas y la tasa de reincidencia es alta para aquellos que son liberados.

Un recluso de la prisión de Ariza, quien habló vía telefónica con Jagua Press, describió la atención médica, alimenticia y de alojamiento.

“Las condiciones sanitarias que nos ofrecen son pésimas. Apenas hay medicamentos. Suelen faltar fármacos tan comunes como la glibenclamida para atender la Diabetes Mellitus” expresó Aguiar González.

Según otros reclusos, la prisión de Ariza es la única que cuenta con una enfermería apta para ofrecer servicio. No obstante aclaran que faltan medicamentos y el instrumental médico es deficiente u obsoleto.

Una trabajadora de salud en la prisión de Ariza, señaló que la insalubridad que afecta a las cárceles de la provincia es caldo de cultivo para la propagación de enfermedades de transmisión, como el cólera.

Las quejas por la comida también son comunes.

“La Patipanza – alimento elaborado a partir de las patas y estómago de la res- nos las sirven descompuesta... en más de una ocasión nos han servido pescado en cuyo interior hemos encontrado larvas”, aseveró un recluso.

Las roturas de las tuberías sanitarias que provocan filtraciones entre los pisos de la prisión es una preocupación importante, señaló el recluso.

“Las fosas se desbordan y pasa tiempo antes que las limpien”, explicó el prisionero y agregó: “El sótano del edificio es un paraíso para roedores. Hemos aprendido a convivir con las ratas, algunas han mordido a compañeros”.

Un hombre cuyo hermano está en prisión indicó que la carencia de fármacos y las magras raciones de alimentos se ven agravadas por “la insalubridad y el hacinamiento que padecen los confinados”.

Las huelgas de hambre se han vuelto muy populares como una forma de protestar contra las condiciones. Los guardias han recurrido a métodos agresivos para disuadir a los presos de hacerlas. Los prisioneros son encerrados desnudos en celdas con humedad, aislados y sin derecho a agua para beber.

En particular, los prisioneros políticos usan la huelga de hambre como una forma de protesta. Entre los que han apelado a este recurso se encuentran el premio Sájarov, Guillermo Fariñas, y el opositor Orlando Zapata Tamayo, fallecido el 23 de febrero del 2010 a los 52 años, luego de mantenerse 86 días sin ingerir alimentos.

Después de una docena de resoluciones condenatorias emitidas por la extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el gobierno cubano en los últimos años comenzó a realizar reformas en el sistema carcelario.

Entre los cambios que se verifican, se encuentran el acceso al teléfono con mayor frecuencia y más minutos por llamada. Ciertas mejoras en la confección y distribución de alimentos.

Las autoridades han emprendido una nueva modalidad de prisión a cielo abierto que está concebida para reeducar a los internos. Los reclusos reciben un salario para trabajar en la construcción o la agricultura. Además, son gratificados con permisos para visitar sus hogares, pabellones matrimoniales, mejor alimentación y condiciones de salubridad.

Alejandro Tur Valladares es periodista independiente en Cuba.

Esta noticia se publicó por primera vez en el sitio web de IWPR.

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